Crucé la frontera con unas galletas veganas en el bolso. Sospechaba que sería difícil mantener la dieta vegana al mismo tiempo que comer bien en el bonito pueblo de Arles-Sur-Tech y en sus alrededores (y menos si parábamos en la autopista). Y acerté. Las opciones se reducían a cafés solos, ensaladas sin la mayoría de sus ingredientes… Y pizzas sin mozzarella ni emmental. Por suerte, en el supermercado de la localidad pude abastecerme: pan, patés vegetales y fruta. ¡Si es que… querer es poder!

