Llegar a Zaragoza y dejarse llevar. Un reencuentro entre amigas para el que la (gran) anfitriona había pensado hasta el mínimo detalle. Incluida una buena ruta gastronómica que sació con creces mi curioso apetito vegano.
Para empezar, un clásico en el centro de Zaragoza: el CHAMPI, situado en el TUBO, cuya única especialidad son los pinchos de champiñones que sientan mucho mejor si se acompañan con un vino ecológico de barril o una cerveza natural. El pincho consta de una rodaja de pan como base, dos o tres champiñones (según su tamaño) a la plancha y una gambita. Por tanto, si se opta por no comer animales hay que pedirlo sin la misma (las tienen preparadas a parte)! Dicen que es el hermano pequeño del Bar Soriano, situado en la Calle Del Laurel, en Logroño.
Dejamos el TUBO para comer en Cebrian. La carta ofrece, entre opciones para carnívoros, tres hamburguesas vegetales. Opté por la hamburguesa de soja y verduras acompañada con cebolla, pepinillo, tofu y sin salsa Cebrián (pues lleva mayonesa).

No podíamos acabar el día de mejor manera que cenando en el restaurante vegetariano Baobab. Degusté una de sus especialidades: montadito de seitán con champiñones, manzana asada y paté vegetal acompañado de patatas panaderas. Sabroso. Delicado. Delicioso.

Al igual que el postre: Vegan Cheescake, hecho a base de almendras con crema de anacardos y confitura de frambuesas.
