En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, te quiero hablar de la conexión entre veganismo y feminismo. Ambas reivindicaciones defienden que los seres sintientes no pueden ser tratados como meros objetos.

Ya en la década de 1940, dos destacadas activistas por el sufragio femenino, Alice Wright y Edith Good, presionaron a las Naciones Unidas para que les dieran derechos formales a los animales. Pusieron el foco en las claras conexiones que hay entre las formas en las que se explota a las mujeres y a los animales no humanos, puesto que los dos grupos se ven sujetos a sistemas de dominación interconectados que los consideran seres inferiores.

En 1989, la profesora Kimberlé Williams Crenshaw acuñó el término interseccionalidad, una teoría y práctica que defiende que todas las opresiones están relacionadas entre sí y hay un sistema opresor en el que participan múltiples formas de discriminación. Era algo de lo que se habían percatado las feministas afroamericanas que trabajaban tanto por los derechos de las mujeres como por los derechos civiles.

Más tarde, la escritora y activista Carol Adams, en su libro La política sexual de la carne: una teoría critica feminista vegetariana, publicado en 1990 y traducido al castellano por Ochodoscuatro Ediciones, denunció la interconexión entre el feminismo y el antiespecismo. En su libro, hace un paralelismo entre los animales utilizados para comida y las mujeres usadas como reclamo sexual, relacionando el patriarcado con la opresión de los animales.

Todos los animales llamados de granja sufren explotación y maltrato. El animal hembra es doblemente explotado y maltratado por sus órganos reproductivos: tratados como meras máquinas, sus cuerpos son explotados hasta el límite.